Cuenta la leyenda, que años antes de la Revolución Mexicana, se creó un panteón en la ciudad, ubicado en la ahora avenida Francisco Villarreal Torres y Juan Pablo II, donde cientos de personas enterraban a sus difuntos por quedarles más lejos el siguiente camposanto, y donde destacan escalofriantes tumbas de pequeños que perdieron la vida, dandole el nombre de “El Panteón de los niños”.
Conocido también como Panteón Senecú, es uno de los cementerios más viejos en la ciudad, de donde emergen historias de apariciones y travesuras de quienes “descansan” entre esculturas siniestras y sombrías de ángeles sin cabeza y juguetes antiguos.
Al ocultarse el sol, se dice que los niños vuelven a la vida, corriendo entre las tumbas, tocando puertas de vecinos y hacienda cual travesura les es permitida.
Al resoplar del viento se entrelazan las risas pícaras, lo que da aviso a los que moran en los alrededores para guardarse y cerrar us puertas y ventanas.
Cuentan de este lugar donde habitan los difuntos, la historia del infortunado joven “Antonio”, que se atrevió a visitar el panteón cuando mas oscura estaba la noche.
De repente, una pelota se atravesó en su camino y frenó para evitar algún accidente. Al bajarse del auto buscó a su alrededor para saber quien estaba jugando con la pelota pero solo pudo escuchar risas y voces de niños.
Atónito por la situación regresó a su auto para irse, pero se dio cuenta que no podía abrir la puerta… el miedo inundó su cuerpo, y comenzó a rezar intensamente.
Al calmarse un poco, pudo abrir la puerta y arrancó, pero antes de salir hacía el boulevard frente a el se postró la figura de un niño que vestía con mantas, sandalias y tenía en su mano una pistola vieja.
Antonio estaba aterrado y aceleró saliendo del panteón. Sin embargo mientras conducía se escuchaban risas de niños que se burlaron de él, como si supieran el trágico destino que le deparaba, su carro fue marcado por las manos, pero lo más espeluznante es lo que vio al huir del cementerio, un niño con una pistola que lo miraba fijamente.
El hombre aceleró y no alcanzó a avanzar tantos metros, cuando tuvo un accidente estrepitoso, no tardó mucho tiempo en llegar el equipo de rescate, pero para entonces era demasiado tarde, el jóven ya había perdido la vida, y junto a su cadáver regado, lo acompañaban terrosos juguetes… seguramente de los niños, que lo invitaban a jugar en el mundo de los muertos.…